Buenas tardes.
Olga Viza, David Pastor Vico, asistentes…bienvenidos…a esta casa de la arquitectura, que
por extensión, lo es también de todas las profesiones, una casa que está encantada de
acoger la presentación de un libro que nos resulta próximo y estimulante. ¿Quién dijo que
las humanidades ya no eran necesarias?.
Esta es una casa de profesiones, o sea una casa que viene de Hipócrates y de Vitrubio, y por
lo tanto de Sócrates y de Cicerón…Una casa comprometida – o al menos debería-, no solo
con la technè, con el arte profesional, sino también como proclamaba la escuela hipocrática,
con la philo antropoiè, o sea con las personas, con el otro, o sea con la ética y la
deontología.
Tu relato David, tu reflexión y tu libro, tu riguroso y sensato alegato sobre la ética me parece
de gran utilidad en estos tiempos convulsos. Sin maestros para pensar, la reflexión mucho
más difícil. Los franceses acuñaron la muy hermosa expresión de “maître à penser” y creo
que sin duda David Pastor Vico merecería ser considerado uno de ellos. Enseñar a pensar.
¿Para que sirve la ética? se preguntan tantos y también desconfiados super expertos y super
licenciados europeos con máster. Se lo preguntan y no saben la respuesta porque la
sociedad ha diluido al límite la diferencia substancial entre un mero técnico y un
profesional. La diferencia es la ética, claro… Un profesional es un técnico que incorpora una
visión, una reflexión, ética, moral. Siendo eso así, ya comprenderéis que mi bienvenida no
es meramente protocolaria sino muy interesada.
Estoy pensando en los dos millones de profesionales españoles pero también a los 350
millones que hay en el mundo entre los cuales tres millones de arquitectos. Una gran
cantidad de ellos trabajando en condiciones precarias y sin apenas autonomía. Porqué, ¿qué
autonomía puede tener un periodista frente a los grandes y poderosos propietarios de los
medios de comunicación que interfieren constantemente en su trabajo? ¿O qué autonomía
puede tener un arquitecto frente a un anónimo fondo de inversión al que solo le interesa el
lucro y el tiempo?. ¿Y qué confianza?.
Dice con acierto José Antonio Marina en el prólogo del libro que nuestra sociedad está
protegida cuando la ética está presente en nuestro modo de vida. Una ética, que según se
expone en el libro, finalmente nos lleva, entre otras cosas, a la responsabilidad y al
cumplimiento del deber, es decir, a hacer aquello que los otros esperan de nosotros. Algo
que es relevante para los profesionales y los oficios, muy relevante.
Y sin embargo algunas cosas no son fáciles. Ya nos dice el autor con valentía: “Debes saber,
que vivir, en cualquiera de las épocas del hombre, nunca ha sido fácil.” Personalmente,
otorgo mi confianza a alguien que se atreve a decir esto. Y añade: “exigir derechos desde el
individualismo, hace muchísimo ruido, no encaja, porque estos derechos llevan aparejados
sus propios deberes. (…) Derechos y deberes son condiciones inherentes al contrato social
que todos firmamos para poder vivir juntos.” Como diría un castizo, alguien tenía que
decirlo.

Dicen los clásicos, que presentar un libro consiste principalmente en invitar al publico a su
lectura. En este caso a una lectura pausada, en calma, quizás mejor dos lecturas. Yo voy ya
por la segunda. Me parece un libro útil, que añade algo, que suma.
La novedad y la oportunidad de incorporar una mirada epicúrea a nuestro bagaje cultural
latino me parece muy oportuna y actual, sobre todo si miro a mi alrededor y constato el
cosmopolitismo y las crisis de las comunidades urbanas. Y entonces el libro suma.
Sin embargo, y con el permiso de Olga Viza que va a dirigir este acto, me permito dejar
sobre la mesa una pregunta, que como arquitecto urbanista no puedo dejar de hacer.
¿Y la ciudad?, ¿qué pasa con la ciudad?. La mirada epicúrea ofrece recursos para la
supervivencia razonable pero tampoco olvida la responsabilidad y los deberes que se
producen en un contexto social, urbano. Seguro que hoy todos somos cosmopolitas y a
menudo transeúntes, pero sin embargo vivimos y trabajamos en un lugar concreto, aunque
quizás sucesivo, trabajamos en él, lo apreciamos y su buen funcionamiento nos afecta
directamente. Quizás ya no sea la gran ciudad pero sí el barrio, el lugar. Para un médico la
ciudad es el hospital en el que trabaja, ahí están sus amigos y su trabajo en equipo. ¿Acaso
no sería posible de este modo una visión fractal y a nuestro alcance de la ciudad?¿Acaso no
ayudaría eso también?
Muchas gracias David por ofrecernos esta magnifica reflexión en forma de libro.

Jordi Ludevid 15 de junio 2023